Lo difícil de arrojar estrellas de mar más allá de la rompiente no radica en el mero hecho de lanzarlas, si no en hacerlo con convicción y con entusiasmo, sin temor al qué dirán; lanzarlas convencidos de que lo que estamos haciendo es importante para alguien o para algo, lanzarlas sin esperar recibir nada a cambio. Siempre habrá quienes se burlen o nos crean locos por nuestra extraña conducta, pero mientras más extraño parezca es más probable que alguien medite y lance su propia estrella. Hacer una locura es una decisión difícil, porque tenemos frenos interiores que nos indican lo que es “socialmente reprobable” y lo que es “socialmente aceptable”. El miedo al ridículo hace que sea más fácil escuchar al entorno que a nuestra propia conciencia, hasta terminar anulando nuestra propia moralidad. Vencer estos miedos hace que seamos mejores personas, hace que profundicemos la huella que estamos dejando en este mundo, nos hace más libres y felices, nos hace más auténticos y más humanos.
Lo difícil de arrojar estrellas de mar más allá de la rompiente no radica en el mero hecho de lanzarlas, si no en hacerlo con convicción y con entusiasmo, sin temor al qué dirán; lanzarlas convencidos de que lo que estamos haciendo es importante para alguien o para algo, lanzarlas sin esperar recibir nada a cambio.
ResponderEliminarSiempre habrá quienes se burlen o nos crean locos por nuestra extraña conducta, pero mientras más extraño parezca es más probable que alguien medite y lance su propia estrella.
Hacer una locura es una decisión difícil, porque tenemos frenos interiores que nos indican lo que es “socialmente reprobable” y lo que es “socialmente aceptable”. El miedo al ridículo hace que sea más fácil escuchar al entorno que a nuestra propia conciencia, hasta terminar anulando nuestra propia moralidad.
Vencer estos miedos hace que seamos mejores personas, hace que profundicemos la huella que estamos dejando en este mundo, nos hace más libres y felices, nos hace más auténticos y más humanos.